«Venga, hijo, venga». Y Juanjo la oyó

Los padres de Cobo disfrutaron y sufrieron en una etapa inolvidable 
Maribel y Juanjo
Maribel y Juanjo
Fue verle pasar la meta de Peña Cabarga y empezar a llorar. Los ojos azules de Maribel, esos que «no ha sacado ningún hijo», según dice ella, se llenaron de lágrimas cuando Juanjo entró en la meta exhausto. «Ay, menos mal que ya ha pasado todo. ¡Qué nervios hemos pasado!». Miró a su marido, ‘Pepito’, que estaba unos metros más allá y subido a una escalera cerca del podio, y él le devolvió una sonrisa. «Él no se pone tan nervioso como yo, como es deportista, ya sabe lo que es esto, sabe lo que es ganar y lo que es perder», susurraba la madre de Juanjo. No podía hablar. Su cuñada, Dolores, ‘Loles’, le dio un abrazo. Con Loles es con la que habitualmente va a andar todas los días. Las dos cuñadas se hacen siete kilómetros por La Pesa y los barrios de alrededor. Salen después de comer, pero llevan dos semanas quedando a las 7.30 horas para poder ver la Vuelta por la tarde. Tienen las piernas hechas a andar. Y por eso ayer, sin pensárselo dos veces, los padres de Juanjo -Maribel y ‘Pepito’- y sus tíos -‘Loles’ y ‘Cucu’- aparcaron el coche en la recta de Heras y comenzaron el duro ascenso a la cima del pico Llen, el mismo que su hijo haría cuatro horas después. «Que bien me va a venir andar un poco, porque esta mañana he ido a mirarme la tensión y me han dicho que tengo 15 y todo es de los nervios», decía Maribel a la altura de la cafetería Borgia y con seis kilómetros por delante. Todos querían llegar hasta la meta para poder ver la entrada de Juanjo.
Pero en el kilómetro 3, el calor empezó a hacer estragos en el cuarteto. En todos menos en Pepito, el padre, el atleta veterano que cada mes de octubre hace la Subida a Peña Cabarga corriendo. Había que tomar una decisión, así que ni corta ni perezosa, Loles echó el alto a la primera furgoneta que pasó. «Súbenos, hombre, que ésta es la madre de Juanjo Cobo y nosotros, sus tíos», le espetó. El valenciano que conducía el furgón acreditado abrió la puerta. Maribel, Loles y Cucu se acomodaron. Hasta la cima por la vía rápida. Pepito prefirió hacer la subida andando. «Se me ha hecho corta», dijo el patriarca de los Cobo cuando llegó a la meta, donde su familia estaba esperándole.
La mejor idea
Quedaban dos horas para que llegase la carrera y la mejor idea la tuvo el tío del corredor. «Vamos a buscar una sombra y a tomar algo». Una pulsera gris en su muñeca les permitió a los cuatro ponerse debajo de una sombrilla y tomarse un refresco. A la sombra estaba también la madre de David de la Fuente. Mientras las progenitoras de los compañeros de habitación más famosos de esta Vuelta conversaban, algunas bandejas con aperitivos circulaban a su alrededor. Ninguna probó bocado. «No puedo meter nada en el estómago. Tengo tantos nervios…», decía Maribel.
De pronto, la pantalla gigante de televisión que hay en el podio empezó a emitir imágenes en directo de la etapa. La cara de los padres de Juanjo se iluminó. Empezaba el mal rato, la tensión, los nervios, el momento de la verdad. En la tele se ve que a falta de 35 kilómetros para la meta, Juanjo y el Geox ruedan sin problemas. «Parece que va bien», comentaba ‘Pepito’, cansado por haber trabajado en el turno de noche de la Textil Santanderina, pero sin perder la sonrisa.
Para su nieto
Unas azafatas larguiruchas pasaron junto a Maribel y su cuñada repartiendo gorras y unos aplaudidores. La madre del líder los guardó con cariño en su bolso. «Para el nieto». Para Hugo, el ojito derecho de Juanjo, el que le ha hecho sonreír siempre, «hasta en los malos momentos», asegura toda su familia.
Cuando el ‘speaker’ de la Vuelta, Juan Mari Guajardo, una voz que suena a ciclismo, anunció que el pelotón estaba a punto de iniciar la subida a Peña Cabarga, se oyeron los primeros aplausos. Maribel cogió una gorra y se la puso en un lado de la cara. El sol no la dejaba ver la pantalla. Juanjo estaba cerca y ella dejó de hablar. Se calló. De su boca sólo salía algún suspiro que otro. Durante los cuatro primeros kilómetros de la subida cruzó los dedos. Pero cuando vio que Froome atacaba a falta de un kilómetro y que Juanjo no podía seguirle, Maribel se echó las manos a la cabeza. Su cara sonriente desapareció. Empezó a sufrir. «Venga, hijo, venga», dijo muy bajito. Y Juanjo la oyó. El Bisonte se repuso. Llegó a la altura de Froome y le atacó. ‘Pepito’ y Maribel empezaron a aplaudir y a gritar el nombre de su hijo. Todos los que estaban en la meta lo hicieron. Los últimos cien metros fueron agónicos. El corazón de Juanjo latía a mil por hora por el terrible esfuerzo final y el de sus padres estaba «a punto de explotar».
Cobo cruzó la meta y pasó junto a la valla en la que estaba apoyada su madre. No la vio. No vio como empezaba a llorar de la emoción. ‘Pepito’ aguantó el tirón. No se emocionó, aunque le costaba hablar. Los dos empezaron a recibir felicitaciones y enhorabuenas. Un policía les permitió pasar hasta el podio para que pudiesen saludar a su hijo y a los miembros de la escandalosa y fiel peña del Bisonte la Pesa. «Tengo muchas ganas de darle un abrazo». Su deseo tuvo que esperar unos minutos. Cobo tenía que cumplir con el protocolo. Salió dos veces al podio, y en una de ellas le dio el ramo de flores a su emocionada madre. «Mira que llorera he agarrado. No puedo parar».
Juanjo se bajó del podio muy sonriente. Vestido de rojo. Y antes de que las radios, la tele y el antidoping se lo llevasen, Juanjo se fue hacia sus padres y les dio un rápido e intenso abrazo, fotografiado por decenas de cámaras. «Muy bien hijo», le dijeron. Juanjo se alejó comiendo gominolas.
Su madre se quedó mirándole. «Ha sido una tarde que no se me va a olvidar».
Subir