- El líder araña dos segundos a Froome y cinco a Wiggins antes de llegar a Peña Cabarga ante su afición
- El argentino Haedo se impuso al sprint en Haro, después de que la cabeza del pelotón se encontrase una rotonda mal señalizada
En un sprint, los ciclistas van como las crías de un pato. Detrás, en fila y con los ojos en la nuca del pollo que patea delante. Ciegos. Llevaban así más de 200 kilómetros, desde la salida en la Villa Romana de La Olmeda, en la Palencia horizontal. Pero para llegar a la meta de Haro había que sortear una rotonda. Una en 203 kilómetros. Bastó. Vigano, el italiano que lanzaba a Bennati, entró ya muy hostigado a ese bucle. A 200 pulsaciones, los pedales levantan turbulencias. Se piensa lo justo. Los corredores no pueden dudar entre tirar por la diestra o la zurda. Y esa glorieta, mal señalizada, no estaba cerrada por la derecha. Vigano arremetió contra la rotonda y decidió ceñirla por el lado reservado para desviar a los coches. Pero era el lado malo. El bueno estaba en la ‘otra derecha’. La izquierda. Se equivocó. Se fue contra Sagan, que hizo un recto. Todos frenaron. Y el que venía atrás y derrotado, el argentino Haedo, se encontró un balón botando delante de la portería. Gol. «Pasé limpio el giro. Siempre digo que hay que tener una cuota de suerte», agradeció el pato ganador.
«Eso, eso, aparte de físico hay que tener suerte», se sumaba Juanjo Cobo, de estreno. Con ‘La Roja’ del líder. El cántabro buscó su suerte: entró en Haro el décimo, rodeado de velocistas. Por eso no le pilló en el tramo final el corte que le costó 2 segundos a Froome -Cobo le saca ahora 22 segundos- y cinco a Wiggins -a 51- y Mollema -1.41-. Bajo el cielo desnudo de Haro, el ‘bisonte’ celebraba su golpe moral. Ya no está a tiro de una bonificación (al vencedor de etapa le dan 20 segundos). Hoy, en Peña Cabarga, Froome tendrá que dejarle atrás si quiere enfundarse ‘La Roja’.
Allí, en la cima cántabra, ganó en 2010 ‘Purito’ Rodríguez. Aquella tarde tuvo piernas y tuvo suerte: unos kilómetros antes se había caído Igor Antón, el favorito, el líder entonces. Ayer, la fortuna olvidó a ‘Purito’ a 16 kilómetros de Haro, cuando el viento se filtraba por el pelotón y los ojos de los velocistas buscaban ya el rastro del sprint. Cayó sobre la pintura blanca. «Me han dado por detrás y no he podido hacer nada», lamentó. Le costó levantarse. Manco. La mala suerte borra nombres enseguida. ‘Purito’ llegó a Haro con once minutos de retraso, la muñeca izquierda tocada y el tiempo justo para ir al hospital. «Me duele mucho, no sé, no sé…». No tenía nada roto y hoy saldrá. Aunque molido. Caprichosa suerte.
Escapada
Hay que hacer como Cobo: buscarla. O como el equipo Andalucía, el grupo proletario de la Vuelta. El único conjunto que, en lugar de fijarse en el kilómetro final, se centra en el kilómetro 1. El suyo. Dos del Andalucía, Rosendo y Cabello, se fueron ahí con el francés Fouchard. Sin mirar adónde iban. La pancarta de meta era inaccesible para ellos, pero si no se prueba… Rosendo se hizo ciclista en una tómbola. Eran las fiesta de Carmona, su pueblo sevillano. Tenía trece años y un boleto. Le tocó una bici. Cabello tuvo otro tipo de suerte: su padre era ciclista. Antonio Cabello, el director actual del Andalucía. «Como director me exige; como padre, me aconseja». Y siempre le pide una cosa: «Combatir desde la salida». Hijo obediente. Como Rosendo y Fouchard. De Palencia a La Rioja en la etapa más plana de esta Vuelta. Sus tres siluetas,sobrecargadas de esfuerzo, vieron a lo lejos Haro, las viñas a punto, el Ebro… Pero no lo tocaron. Despiadada suerte.
No hace tanto, Cobo ya no esperaba nada del ciclismo. No terminaba una carrera. Ayer estuvo siempre en ese metro abarrotado de ciclistas que encabeza el grupo. Ni un despiste. El Sky de Froome y Wiggins le probó en el sprint intermedio de Anguciana. Había seis, cuatro, y dos segundos en juego. Un botín en esta Vuelta tan ajustada. De la Fuente, el mejor amigo del líder, le ayudó. Pasó el primero y los jueces vieron cruzar tercero a Froone. Eso suponía dos segundos de premio para el africano. El ‘bisonte’ mugió. De eso nada. Froome había sido cuarto. «No queremos engañar a nadie, pero tampoco me gusta que me engañen», bramó el líder. Los jueces rectificaron una vez acabada la etapa. Cobo corrió enfadado ese tramo final. Estampida. Embestida.
«Le tenía miedo a esta etapa por el viento», confesó. Y no sopló. No quería tener mala suerte. Una caída, un corte. Por eso se pegó a los velocistas. El lazo invisible que los une antes del sprint. Sincronizados en cada giro. Hasta que la rotonda situada a 300 metros del final ofreció dos posibilidades a Vigano: derecha o izquierda, par o impar, rojo o negro. Hagan juego, señores. Vigano, ayudado por la falta de señalización, eligió mal. No tuvo fortuna. Petacchi y Bennati se asustaron. Y por la zurda les pasó la «cuota de suerte» de Haedo, el segundo argentino que gana una etapa en la Vuelta (Bruno Sivilotti venció en Murcia en 1966). Fue el suyo un gol de rebote. Pero vale igual. ¿Cuestión de suerte? No tanto. Juan José ‘Jota’ Haedo la buscó cuando era aún un chaval. Marchó a California con lo puesto. A hacerse ciclista allá. «Me ganaba la vida pintando casas», recuerda. Y pedaleaba en los ratos sin brocha. La suerte siempre es relativa. Suele preferir al que la busca. Como Cobo hoy en Peña Cabarga.