Callado, tímido y un superclase sobre la bici, Juanjo siempre presume de su barrio, La Pesa, de su familia y de sus amigos El corredor cántabro ha tenido que bajar al infierno para volver a estar en lo más alto.
Maribel sabe muy bien cómo es el nuevo líder de esta Vuelta a España. Le ha parido. Ella es la que se ocupa de hacer todos los días su comida, la que lava y prepara su ropa de entrenamientos, la que le ayuda a hacer la maleta cuando tiene que irse a las vueltas y la que ha sufrido durante todos estos meses viendo como su hijo no levantaba cabeza. Pero también Maribel era la que más sonreía ayer mientras su hijo tocaba el cielo en el Angliru. El puerto asturiano confirmó lo que muchos sabemos, que Juan José Cobo Acebo (11 de febrero de 1981) es un deportista nacido para el ciclismo, aunque él no acabe de creérselo. Tenía ocho años cuando se subió a la bici. No lo hizo convencido, así que también le dio por hacer atletismo y por jugar al voleibol. Nada se le daba mal. El atletismo lo había vivido en su casa. Su padre, José, al que todos llaman ‘Pepito’, entrenaba a los chavales del club de atletismo de Cabezón y su hermana Raquel fue campeona de Cantabria de campo a través. También le dio por el el fútbol. Su carácter solitario le llevó a ponerse los guantes de portero. Hasta los quince años no le dio en serio por la bicicleta. Era un juvenil de los que destacaba. Su físico y sus piernas le dieron muchas victorias. Pero así todo decidió dejar un año la bicicleta y se punto a aprender cocina. Lo de estar entre cazuelas y platos le resultó más duro que subir puertos. Lo dejó para volver a dar pedales. Su paso por la categoría amateur fue de menos más. El primer año no ganó mucho y el segundo le tocó pelear en plazas muy complicadas. Así todo se colgó una plata en el Nacional de crono. El oro lo ganaba un tal Alberto Contador. Fue en el último año como aficionado en el que Juanjo destapó su clase al mundo. El que fuera su director en el Saunier Duval, Herminio Díaz Zabala, dice de él que era muy callado, buen chaval y que nunca protestaba. Todavía se acuerda de algún viaje largo con Juanjo en el coche. «Parecía que estábamos enfadados. Cada 150 kilómetros, igual charlábamos de algo, una risas y cada uno a lo suyo. Juanjo siempre ha sido muy callado. Él es así».
Matxín le dio una oportunidad en profesionales. Juanjo se estrenó como pro al mismo tiempo que el Saunier Duval. Con los colores del equipo amarillo ganó una Vuelta al País Vasco, etapas en la Vuelta a Burgos y en Portugal y además una de rebote en el Tour de Francia. Se la quiraton a Pieppoli, por dopaje, y él, que había segundo en la cima de Hautacam, entró en el palmarés de la ronda gala. «Ya, pero el dinero no lo he vi», suelta Juanjo cuando habla de aquel triunfo. También bajo las órdenes de Matxín, pero con los colores azules del Fuji, la armó. Ganó una etapa en la Vuelta a Castilla León y en la Vuelta a España. Fue entonces cuando el ‘Bisonte de la Pesa’ se dio a conocer al resto del mundo.
2010 fue uno de sus peores años. Fichó por el Caisse d’Epargne. Pero en el equipo de Unzúe, Juanjo no cuajó. Él siempre cuenta que le trataron bien y que la culpa de su fracaso fue suya y nada más que suya. Si él lo dice así será. Así que este año regresó a ‘casa’, a su equipo de siempre, al de Matxín. Un acierto. En su director fue en el único en el que confió cuando peor lo estaba pasando, allá por el mes de mayo. Dice su hermana Raquel que daba pena verle. «De la cama al sofá y del sofa a la cama. Sin hablar con nadie. La bici, por supuesto, que ni la miraba. Allí estaba, muerta de la risa en el garaje», cuenta su hermana. Hasta que un buen día, se decidió a llamar a Matxín. Le dijo que quería dejar el ciclismo, que él no valía para esto. Y el director vasco, que siempre ha pensado que el cántabro es un ‘superclase’, le pidió que se diese otra oportunidad. Lo hizo. Aquella conversación fue un bálsamo para Juanjo, que hoy lucha por ganar la Vuelta a España.
Y si el próximo día 11, llega vestido de rojo a Madrid habrá triunfado el ciclismo de los currantes, el de los que se han hecho grandes trabajando para los grandes. Podría ser el triunfo de un chico normal de Cabezón de la Sal, orgulloso de su barrio, La Pesa; de sus amigos Aurelio y Capi, con los que comparte partidos tardes viendo al equipo de voley de la Textil, unas chucherías, una caña o un paseo por las calles de Cabezón; de sus sobrinos Paula y Hugo, que son su debilidad; de sus vecinos -por el momento ha puesto a Cabezón de la Sal en el mapa del ciclismo global-, pero sobre todo de su familia, que estos días se va a tirar a la carretera para seguirle en las etapas que quedan (hasta su hermano Javier va a pedir unos días libres en la Firestone de Burgos). Ayer por la tarde Cobo habló con los suyos. Dice Maribel, que pocas veces le ha visto así de emocionado. Juanjo es todo o nada. Ella es la que mejor le conoce.
Fuente: El Diario Montañés