El Angliru corona a Cobo

El cántabro del Geox aplasta a Froome, Wiggins, ‘Purito’ y Nibali, se viste de líder y acaricia el triunfo fina.

Juanjo Cobo
Juanjo Cobo

«No sé, quizá soy débil». El pasado 30 de abril Juanjo Cobo se sintió así. Se bajó de la Vuelta a Asturias, una carrera menor. «La cabeza me estalló». Arrojó lejos la bicicleta. Le cogió alergia. «Cuando estoy mal, la bici ni la toco». ‘Vade retro’. Su carrera deportiva está iluminada a cachos: unos fogonazos, como su victoria en la Vuelta al País Vasco 2007 o la etapa que ganó en la Vuelta a España 2009, y muchos momentos de oscuridad. Los bajonazos de Cobo.

Pocos ciclistas de su cilindrada han pasado tanto tiempo en punto muerto. Días después de aquel golpe llamó a Matxin, su director en el Geox, y le dijo ‘adiós’. El final. Ya había decidido ser electricista. Se le cruzaron los cables. Matxin, que le ha criado, le recetó calma. Le dijo que agotara el contrato. «Corre lo que queda de año y sin presión. Disfruta». Ahí, con esa palabra, pulsó la techa que activó a Cobo. Tanta fuerza en las piernas como dudas en la cabeza. «Quizá soy débil». Han pasado apenas tres meses entre esa frase y su victoria de ayer en el Angliru. ‘El Infierno’ le eligió como líder y, casi seguro, vencedor de esta Vuelta. ¿Débil?
Que le pregunten a Wiggins, Froome, Mollema, Nibali, ‘Purito’ o Igor Antón, sus víctimas ayer. El Angliru es el espejo de esta Vuelta. No engaña. Nadie puede esconderse. Hay un cartel que avisa: ‘Aquí comienza el infierno’. Se nota. Igor Antón, que quería reconstruir su pedigrí de escalador, pegó veinte pedaladas violentas. Se fue a siete kilómetros del final y atrapó a Sastre, la avanzadilla del Geox. A Cobo le habían dicho que esperara, que su curva estaba a 3,5 kilómetros de la meta. «Pero iba bien. Mejor que el sábado». Cierto: en La Farrapona acabó segundo. Ayer, primero. Por la emisora, Matxin, le soltó cuerda. «Juanjo iba ligero. Se le veía ágil sobre el desarrollo de 34×32», contó el técnico del Geox. El molinillo. Molió los dorsales que le seguían. «Juanjo, disfruta». La tecla, otra vez. Salió como un muelle. Y quedaban seis kilómetros, los peores.
En abril rascó fondo; ayer se elevó al techo del ciclismo español: el Angliru. No es la cima más alta; es más que eso: es el mito. Dejó atrás a Antón y se quedó a solas con la montaña. Era una tarde gris, fría, de aliento blanco. Cobo, a su paso, convirtió el asfalto en un camino de brasas. Mientras él iba sentado, los otros se retorcían de puntillas. Les quemaba el Angliru. A Cobo le refrescaba la mente: se la despejaba. Ni siquiera conocía la cuesta. Pisaba un territorio nunca explorado por él. Iba hacia el liderato de una gran vuelta. «Era inimaginable», declaró. Detrás, el Angliru se echó encima del dúo del Sky. Les dio la vuelta. Froome, el gregario, demostró, como en cada etapa de esta ronda, que es más fuerte que Wiggins. El keniano blanco hizo otra vez de porteador. Pero su jefe se hincó en la ‘Cueña les Cabres’.
Para entonces, Nibali había quedado atrapado en una de las peores rampas. Zigzagueaba sobre lodo. Ojos que no ven. De sus planes para ganar la Vuelta ya no quedaba nada. Igual le pasó a ‘Purito’, consumido. No pudo seguir a Wiggins, Froome, Poels y Menchov. Los vio doblar una curva y aparecer casi de inmediato dos pisos por encima. Así es el Angliru. Mejor no mirar. La niebla, al menos, le consoló. Varios pisos más abajo padecían Mollema, que luego se recompuso, Nieve, Fuglsang, Pardilla y Van den Broeck, el belga que conoció el Angliru: «Me lo habían contado, pero no lo creía. Esto sí que es el infierno». Chepazos, eses, pie a tierra, motos caídas, tufo a embrague, empujones del público a tutiplén… Socorro.
Cobo disfruta
Sólo el que se siente débil disfrutaba. Cobo. Juanjo y su laberinto interior. El ciclista intermitente. Ayer encendió la luz. El Angliru compuso un decorado ideal. Mucha niebla y algún claro. Así es Cobo. Un corredor capaz de retirarse hasta en una crono. Y de subir como nadie el Angliru pese a tu arquitectura de culturista. Un duro que tras cada entrenamiento se mete centenares de abdominales. Caña. «Disfruta, Juanjo», pulsaba Matxin. Y Cobo le hacía caso. Lo pasó como nunca. Llevaba la cara de los días grandes. Está acostumbrado a que todos esperen de él más que él mismo. «Si Juanjo anda bien de mente… De físico tiene para exportar», cuenta Matxin.
Mientras Wiggins se desfiguraba, Cobo tricotaba sus pedales. Sin levantarse del sillín, con los puños ahogando las manetas. Viéndole, el Angliru no parecía tanto. Para saber de su dureza había que mirar atrás. Todos muertos. Arriba, de la niebla salió Cobo. Sonrió, se tocó la medalla, hizo el gesto de los ‘cuernos’ con su mano para recordar su otro nombre: ‘el bisonte’. Y cerró el puño, agarrando el maillot rojo de líder y, probablemente, la Vuelta.
Basta mirar los números: Cobo le sacó 48 segundos a Poels, Menchov y Froome; 1.21 a Wiggins y Antón; 1.35 a ‘Purito’ y Mollema; 2.02 a Nieve, y 2.37 a Nibali. En la general, tiene 20 segundos sobre Froome y 46 sobre Wiggins. Y ahora, la Vuelta va hacia Cantabria, los pastos del ‘bisonte’. Con un apodo así no se puede ser débil.
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